El «Rasgo Principal»

Por Lic. Gandolfi

¿Qué es el rasgo principal?

 El principal blanco en el trabajo de sí, que se debe realizar en una psicoterapia transpersonal adecuada o en un grupo de trabajo es la labor sobre el denominado “rasgo principal”. Esto ha sido abordado por distintas tradiciones y teorías, con distintos seudónimos tales como defecto principal, demonio personal, sombra particular, eje central, defecto más característico, y se lo menciona coloquialmente como «la zona de confort» o «porco cómodo».

Comporta la “viga en el propio ojo” mencionada por Jesús en su célebre frase, que explica nuestra velación a causa de la visión de la “espina en el ojo ajeno”, la encubridora culpa ajena de lo que en verdad nos pasa.

Cual viga central sostiene todo el edificio de creencias en el que se apoya la estructura edilicia de nuestra falsa personalidad. En palabras de Ernesto Ocampo1 “Se trata de un defecto de carácter nuclear formado en la niñez -por ejemplo los celos, la soberbia, la ira, la santurronería, el orgullo, etcétera- alrededor del cual giran otros defectos menores. Y, cuando la imagen personal que cada individuo tiene de sí mismo se siente atacada desde el exterior, es el rasgo principal lo que ´salta´ en su defensa. Así, todas las relaciones que se establecen resultan construidas desde ese rasgo. Su desmantelamiento es uno de los objetivos principales del trabajo sobre sí.”

¿Por qué es importante trabajarlo?

Al respecto dijo G. Gurdjieff2 “El carácter de todo hombre presenta cierto rasgo central, comparable a un eje alrededor del cual gira toda su falsa personalidad. El trabajo personal debe consistir esencialmente en una lucha contra ese defecto principal. Esto explica por qué no puede haber reglas generales de trabajo y por qué todos los sistemas que intentan desarrollar tales reglas no conducen a nada o causan daño. Lo que es necesario para uno puede ser dañino para otro. Un hombre habla demasiado y debe aprender a callar, otro se queda callado debe aprender a hablar. Las reglas generales de trabajo son para todos, las particulares solo para quienes están destinadas. Y nadie puede descubrir por sí solo su defecto más característico. Esto es prácticamente una ley. El guía debe enseñar al alumno cuál es su defecto principal y mostrarle cómo cambiarlo. Solo él lo puede hacer.”3

Ergo, si no se tala en dicha viga y sólo se tratan temas generales, como por ejemplo ser altruistas, desinhibidos, etcétera; o defectos particulares pero no centrales de la estructura de la personalidad (como se realiza en distintas pseudo escuelas esotéricas o de modo freelance) entonces el trabajo cae en futilidad, cual pelea de Don Quijote con molinos de viento.

Y uno de los problemas fundamentales de la confrontación con este rasgo es que el mismo se presenta con dos caras, como un Jano Bifronte, es nuestro mejor amigo y a la vez nuestro peor enemigo. Como hemos conseguido cosas positivas a través de esto se ha ido instalando, cual un mecanismo de defensa regresivo y estancado según el psicoanálisis. Podemos pensar en un tirano interior, al que le fuimos dando poder debido a sus logros, hasta llegar a gobernarnos. Es nuestro amo y dueño, su gobierno implica la falta de auto-gobierno, que no seamos dueños de nosotros mismos.

Esto es planteado religiosamente como la «lucha contra uno mismo», definición equivoca ya que para luchar contra «uno» mismo se requeriría que no se sea «uno» sino «muchos». Es más facil pensarlo como una lucha contra el «tirano interior» -al decir de Patty De Llosa-. Una «parte» de nosotros mismos y no un todo. Si estamos gobernados por ello no somos un todo. Incluso a nivel de la neurociencia es una «red neuronal» diferente a otras que ocupan y actúan en nuestro psiquismo. Todo esto no niega que es coloquialmente cierto que seamos nosotros mismos, ergo una «lucha contra uno mismo».

Hasta aquí e descrito los puntos que considero más importantes del tema. Ahora, si me acompañan, en los títulos siguientes profundizaremos más todavía:

Analogía del nido de cucarachas

En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros.”4

Una manera de entender algo propio de la psiquis, lo cual por definición escapa a nuestra apreciación directa, es utilizar analogías… Pero antes de proseguir quiero pedir disculpas a mis lectores no-religiosos por utilizar frases de este tipo. Sepan entender que no lo hago en términos religiosos-morales sino que míticos. Pero sí religiosos en sentido de “religar” al hombre escindido por sus yoes. Esto es esencial en psicología analítica junguiana. Nos sirve para pensar, ¿Qué quiso decir, o donde impactó tal o cual “voz” que resonó en el inconsciente colectivo de la humanidad tan profundamente, como la de Cristo o Buda, Mohammed, Moisés, o por qué no Homero, Platón, etc.?

Continúo, ¿de que se tratan estas “moradas” nombradas por Cristo? ¿Serán acaso nuestros distintos “yoes” descriptos por diversos autores bajo el nombre de “la doctrina de los muchos yoes”; y el Yo Real esa Morada que se dispone a “prepararnos”?

Entonces tener defectos de carácter, los que complican nuestra “morada” pasajera en este mundo, o sus intensificaciones bajo el rótulo de patologías equivaldría a tener plagas en el hogar, como cucarachas. Hay quienes tienen más y quienes tienen menos, pero todos las tenemos.

Si hay un nido de cucarachas en casa bien podríamos perseguirlas una por una, con algún tipo de calzado, alpargata o símil, para ir exterminándolas… ¿pero sería esa la solución? Claro que no. Hay que atacar el nido, y sería mucho más inteligente de nuestra parte seguir a una de esas cucarachitas, con un cebo por ejemplo, para llegar a la fuente de la cuestión, el nido de las cucarachas y ponerle fin al asunto.

Este rasgo principal es el nido de las cucarachas, todos los problemas donde nos metemos, todas las relaciones frustradas, nuestros defectos todos nacen de esto. Solucionando solo eso se soluciona todo lo demás, no hace falta remediar mil problemas aledaños, se trata de ir a la fuente. Pero, a diferencia de matar cucarachas, no es una tarea nada fácil. Dice una máxima sufi que “cambiar el carácter de una persona es más difícil que caminar sobre las aguas”. Nuestro defecto principal de personalidad es más complicado de aniquilar. De hecho es imposible, el verdadero trabajo consiste en domeñarlo, no matarlo.

Si “desmantelamos” nuestro rasgo principal de un solo golpe, cosa difícil de concebir, se desmoronaría todo el edificio de nuestra personalidad, ya que este no es sino la viga que lo sostiene. Sería harto riesgoso, algo así como “peor remedio que la enfermedad”. Mas se debe ir talándolo, capa por capa, anillo por anillo, como a un árbol. Para lo que requiere tiempo, paciencia y “sufrimiento voluntario” lo que quiere decir sacrificio, o al decir de Churchill “sangre sudor y lagrimas”.

Analogía del árbol del infierno

“¿No es mejor recibido que el árbol Zaqqm? Hemos hecho de este árbol un azote para los injustos. Crece en las profundidades del Infierno, llevando frutos como cabezas de demonios: con él se alimentarán y llenarán sus vientres, junto con tragos de agua hirviente. Entonces regresarán al Infierno.” (Corán 37.62-68.)

Si nos acercamos a un libro como el Corán intentando leerlo como quien lee una novela mexicana o un “culebrón venezolano”, con un nivel de comprensión de tal índole, lo cerraríamos espantados de inmediato, concluyendo que es un libro plagado de amenazas y castigos. O, peor aun, si tuviésemos otro tipo de patología terminaríamos interpretándolo en favor de realizar actos como los propios del grupo terrorista auto denominado “ISIS”, y creyéndonos que lo hacemos en nombre de un Allah (Dios en árabe) severo y justiciero, con valores hechos a nuestra imagen y semejanza.

Pero por suerte existen maestros, sabios sufis tales como Ibn al Arabi5, quienes echan luz sobre esto. Nos permiten comprender que dicho “infierno” no es sino el trabajo profundo de purificación alquímica y fricción que se debe emprender para liberarse de malos hábitos y elevarnos espiritualmente. Que el infierno y el paraíso no son lugares sino estadíos, de la mente y del alma, que solemos tener aquí en la morada de nuestro cuerpo en la tierra. Y que si no trabajamos en nosotros mismos, podremos quedar en la reproducción “eterna” y recurrente, en esta vida o incluso, para los que creen, en otras, en futuras, indefinidamente “… Entonces regresarán al Infierno”, atrapados en el tiempo cual Bill Murray en El Día de la Marmota.6

Me gustaría presentarles una comparación del rasgo principal con este árbol infernal, sabiendo que existe también un árbol del paraíso, pero eso lo dejaremos para otro capitulo… o para otros autores tal vez mejor: Todo árbol tiene un tronco principal por donde circula y donde se concentra la mayoría de su energía. También todo árbol, por debajo, tiene un complejo entramado de raíces, por donde succiona nutrientes para mantenerse erguido. Y por arriba están las ramificaciones, miles de hojas que son los pequeños pulmones con los que respira y se relaciona con el medio, brindando polen, frutos y semillas.

El rasgo principal se presenta de la misma manera, como eje central de nuestro carácter, donde se concentra la mayoría de nuestra energía vital. Tal es así que sorprende lo resumido de sus nominaciones: ira, soberbia, conflictividad… Siempre es uno y solo uno. Cualidad análoga a la del tronco de un árbol.

Por otro lado tenemos las raíces del rasgo, son el “complejo psicoideo” subyacente a toda personalidad. Lo cual esta constituido por la educación. Es decir, los hechos de destino que sucedieron en nuestra infancia, dirigidos principalmente por nuestros padres. También influyen aquí otro tipo de factores exógenos y endógenos, genética, órganos, astros, etc. Las influencias astrológicas, algunas escuelas la toman como externas, aunque otras lo implican como un simbolismo en el firmamento que resuena en sincronicidad con el carácter y destino del Hombre, y no como una influencia, es decir que sería indicativo de lo interno, como la genética.  Estas raíces son las que se empeñan en talar algunas psicoterapias, con técnicas del tipo “aspirina para todos”, pero los rizomas son tantos que… se podría decir el negativo de un famoso dicho popular “se van por las raíces”.

Por ultimo las ramas, estas indican todas las relaciones, vínculos. Lazos que se establecen con el mundo a partir del rasgo principal. También simbolizan la multiplicidad yoica a través de la cual nos relacionamos, la que se entrama alrededor del tronco central. Intentar solucionar todos nuestros problemas por separado, cortando rama por rama simplemente fútil. Esto implica que todas nuestras relaciones están construidas, teñidas y hasta destruidas por nuestro rasgo principal.

Conclusiones y advertencias

Para llegar a conocer, y luego trabajar, sobre el rasgo es preciso asistir a un maestro, guía o psicólogo que nos ayude a descubrirlo. Este siempre debe ser alguien que ya lo haya descubierto en sí y este más adelantado que nosotros, al menos un paso, en el trabajo sobre este.

Pero ¿por qué es imposible descubrirlo por nosotros mismos?

Por que consiste en la “sombra individual”, al decir de Carl G. Jung. Está situado justamente en un punto ciego de visión interna de nuestra psiquis. Por definición es invisible para nosotros, imperceptible, por más que sea grande y pesado como un elefante africano en celo.

Para descubrirlo y domarlo se requiere de un proceso. Un proceso y no un acto de psicomágia que lo “sane” de una vez y para siempre. Aclaro que respeto mucho a Jodorowsky (creador de la psicomágia), pero acá se requiere un tiempo procesal, el cual queda mejor definido por S. Freud con su famosa alegoría, pelar una cebolla, capa por capa.

Incluso al principio nos es preciso pensar en posibles rasgos, como trabajo de un científico de sí mismo. Desarrollar hipótesis que guíen nuestra investigación. Al principio una conjetura de trabajo, desarrollada en diálogos de reflexión junto al terapeuta, nos servirá para partir de ideas y avanzar en nuestra jungla interior. Tal vez empecemos pensando que nuestro rasgo es la “soberbia”, y luego de trabajar sobre este punto descubramos que justamente es su contrario, la “inseguridad” o la “duda”, o creamos ser “pesimistas”, pero más tarde, ahondando en la observación y reflexión sobre sí, nos descubramos más vale “rígidos” o “rigurosos”.

Este proceso, para seguir con la analogía del científico, requiere el ir y venir propio de la labor rigurosa del epistemólogo, de la practica a la teoría. Entonces, si bien las primeras hipótesis serán incorrectas nos habrán servido de “mapa del tesoro”, para hallar al fin la cueva de Ali Baba (este cuento de Las Mil y Una Noches es un simbolismo perfecto del trabajo sobre el defecto central, donde Ali Baba es el Yo Real y el Jefe de los Ladrones el rasgo principal; aconsejo su lectura desde este punto de vista ya que esta cargado de simbolismos).

Por ultimo, es preciso entender que el rasgo principal esta anclado en nuestra mecanicidad, “la vieja manera de hacer las cosas”. Gran parte del trabajo conllevará entonces a  un sacrificio voluntario debido a que resulta en una lucha contra nuestro “demonio personal” o su equivalente, el “autómata”.

“El Sheitán particular” – El demonio personal

Por último quiero citar nuevamente a Ocampo, en esta ocasión en el contexto de un discurso en una Tarika Sufi (lugar de reunión sufis) en Buenos Aires, Argentina:

“El Profeta Muhammad (saws) pasó por dos situaciones que hoy quiero contarles. Una siendo un niño y otra siendo un hombre casado:

La primera, se dice que cuando tenía 2 o 3 años, lo tomaron unos hombres vestidos con ropas blancas… ¿ángeles? Lo tumbaron en el suelo, le sacaron el corazón de su pecho, lo limpiaron y se lo volvieron a poner. De esta forma, simbolizamos que el corazón del Profeta Muhammad (saws) quedó limpio de sombras… o de pecados, si lo prefieren.

La segunda es que en una oportunidad salió de noche, fue seguido por su esposa Aisha (as). Al descubrirla él le preguntó si lo seguía por celos, y al contestarle afirmativamente le aclaró que ese era su ´Sheitán particular´. Sheitán significa adversario y también demonio. Entonces Aisha le preguntó si él no tenía también su sheitán particular, a lo que este respondió que sí, pero que él lo había ´islamizado´. Islamizado significa dominado y pacificado.

El acto de limpieza de corazón por los ángeles, siendo él un niño, simboliza el estado de unidad. Aquel acto de lavar el órgano que está en relación con los sentimientos, remite al hecho de que el hombre estaba en una situación de unidad y luego fue expulsado. Constituye lo que los cristianos llaman el pecado original, una separación necesaria de la unidad.

Sheitán significa adversario y también ´el que se aleja´. Ese sheitán particular es lo que en sufismo se denomina ´yo dominante´ o rasgo principal. No hay ser humano en la tierra que no lo tenga. Por un lado es una maldición, pero por otro es una bendición… Es una maldición si no puede ser descubierto a través de un trabajo específico que hay que hacer sobre uno mismo, porque nos meterá durante toda nuestra existencia en los mismos líos y nos afianzará en el estado de distracción, hipnotizados por él. El rasgo principal posee una especie de poder magnético de atracción: siempre atrae, bajo diferentes disfraces, las mismas situaciones conflictivas a nuestra existencia, son convocadas por él.  Como ejemplo, hay personas que se casan y se separan siempre con la misma clase de personas, convocados por sus rasgos principales, esencialmente es el mismo tipo de personas, pero con otras caras… Por otro lado es una bendición, porque trabajando sobre él, reconociéndolo, ´islamizándolo´, haciéndose su amo, es la única manera que tenemos de despertar, en sentido de iluminación, constituye una oportunidad.

El rasgo principal es nuestro dueño porque actuamos en el mundo movidos por él, y no puede ser de otra manera. El hombre no tiene voluntad cuando esta dominado por este. Su voluntad está nulificada por él. Si por ejemplo mi rasgo principal es la ira, descargas enormes de bronca cada vez que me pasa algo. Y luego, suponiendo que yo haya podido ´islamizarlo´, entonces me enojaré solo cuando yo quiero, como yo quiera, y con quién yo quiera. Es decir, al rasgo principal no lo mato, lo domestico”.

Lic. Gastón Gandolfi.
Psicólogo UBA

Referencias:

  1. Comentario brindado por Ernesto Ocampo, autor de las obras “El maestro desconocido de Gurdjieff”, “Tú recuerda el Yo Real”, “La muerte del ego”, “La ilusión del tiempo profano”, “Si no sabes quién eres, eres algo más” y “Gurdjieff, su camino, su obra y su meta”.
  2. George Ivánovich Gurdjíeff (14 de enero de 1866 – Neuilly-sur-Seine, 29 de octubre de 1949) fue un maestro místico, escritor y compositor armenio. Su principal obra fue dar a conocer y transmitir las enseñanzas del Cuarto Camino en el mundo occidental. Una personalidad misteriosa y carismática, con un agudo sentido crítico, y una elevada cultura tradicional, acaparó la atención de muchos, guiándolos hacia una posible evolución humanitaria. Según los autores que han estudiado su obra, sus planteamientos constituyen un conjunto de ideas interrelacionadas muy innovadoras, que tienen el objetivo de producir la evolución consciente en el hombre.“Gurdjíeff mostró que la evolución del hombre […] es el resultado del crecimiento [y desarrollo] interior individual; que tal apertura interior es la meta de todas las religiones, de todos los caminos, […] pero que requiere un conocimiento directo y preciso, […] pero que sólo se puede adquirir con la ayuda de algún guía con experiencia y a través de un prolongado estudio de sí y del trabajo sobre sí mismo». Introducción de Perspectivas desde el mundo real. Málaga: Ed. Sirio, España, pág 8.
  1. En “Fragmentos de una enseñanza desconocida” por Piotr Demiánovich Ouspenski.
  2. Juan 14:2.
  3. Ibn al Arabi fue un místico sufí, filósofo, poeta, viajero y sabio musulmán andalusí. Sus importantes aportaciones en muchos de los campos de las diferentes ciencias religiosas islámicas le han valido el sobrenombre de “Vivificador de la Religión”.
  4. Groundhog Day (Atrapado en el tiempo en España, Hechizo del tiempo en Hispanoamérica y El Día de la Marmota en Chile, Argentina y Venezuela) es una película dirigida por Harold Ramis y protagonizada por Bill Murray. Forma parte de la lista de las diez mejores películas norteamericanas, AFI’s 10 Top 10, en la categoría de «Cine fantástico».